miércoles, 8 de marzo de 2017

Lou Andreas-Salomé: El placer de la actividad anal


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Lou Andreas-Salomé


Lou Andreas-Salomé fue una intelectual que ha sido abandonada por prejuicios androcentristas. Su obra, de inmensa profundización espiritual y mental, es muy difícil de analizar. Ante todo, fue una pensadora, cuya cognición, se escapaba de lo humano.
En su obra de 1916 Anal y Sexual, publicada en Imago, resalta la relevancia del erotismo anal, que se da en el niño entre los 1,5 y los 3 años. El arte del defecar y de jugar con los esfínteres anales es todo un goce para el niño, pero ello, puede ser hostil para el mundo que le rodea; por tanto, se produce una condena por dicho goce, y con ello, llega la prohibición.
Esta privación de placer, ejerce en el niño un punto de inflexión en su sentido de deleite absoluto: hay impulsos que pueden generar adversidades de las personas que viven cerca de él, en especial, los padres. Es, sin lugar a dudas, una represión primigenia en la que el humano pequeño se da cuenta de que la vida no es un goce ilimitado, y que el mundo no es una anarquía sin normas. En la coerción del goce anal se habilita el primer signo de mandato. El niño revela la primera instancia censora que se interpone en su goce: el arte de defecar. 
Además, la relación entre el sistema anal y el genital se acrecienta en los años venideros pues, la cercanía entre los dos aparatos anatómicos es palpable, además, de que comparten el goce de satisfacer una pulsión endogámica en el individuo. 
Todos y todas, en nuestra vida, reeducamos nuestro esfínter anal puesto a que nuestra huella mnémica nos erosionó cuando de niños, sufrimos la experiencia del bloqueo de nuestros instintos, en lo que creíamos era un goce ilimitado y sin restricciones, pero descubrimos, que el mundo exterior, con sus estímulos, era reacio a que desarrolláramos nuestros impulsos en toda su intensidad, pues nuestros actos tienen consecuencias, y lo exterior, es un sinfín de obstrucciones. 
La película Trainspotting, de Danny Boyle, de 1996, nos deja una muestra de este goce del defecar, cuando el protagonista consigue una droga para evacuar, y teniendo que cagar en el váter más asqueroso de la ciudad (significante de la represión del mundo exterior) su disfrute acaba aniquilando toda coerción exterior cuando defeca (instinto de goce). Algo que le permite desinhibir el goce que experimentó en su niñez.

Escena del arte de defecar de Trainspotting, film de 1996.