Milena Smit revienta el paradigma de la interpretación y alcanza espacios místicos no proyectados hasta el momento. El poder que disemina en su papel de Mila asciende a universos matriciales y metafísicos que encienden áreas no exploradas del inconsciente. ¿Qué es el ser humano sino pura pulsión? La voluntad de potencia enmarca en la fémina un nuevo arquetipo desgarrador.
Asimismo, si empezamos nuestro análisis el entramado psicológico de Mila es más potente que el que observamos en "Knock Knock" (2015) de Eli Roth, pues en esta película, las féminas son psicópatas funcionales y sádicas extremistas e impiedosas, que en su mundo perverso solo codifican terror, sin embargo, ocurre todo lo contrario en Mila, pues en ella, operan complejidades mentales que balancean constantemente entre la soledad y el salvajismo. El espectador recorre junto a ella esta incertidumbre constante.
Señalemos que no hay escuela interpretativa que pueda enseñar qué es el desgarro, el miedo o la soledad, solo la vivencia descarnada y el pensamiento profundo puede hacerlo. La pureza del sentimiento de Mila ventea un olor animalesco a través de la pantalla al alcance de pocos seres humanos.
¿Qué se puede decir de Mila? Su cuerpo impresiona, su zancada también; su cara angelical de mirada turbia con facciones delicadas embelesan junto a sus labios rollizos. Su cara misteriosa nos evoca el pasado ancestral de una raza humana selvática que se creía extinguida. Es el poder de lo agreste en donde todo principio de raciocinio ha sido pulverizado. No hay paz en el mundo, sino solo guerra y pulsión, y esta verdad intangible la expele Mila y nosotros la asumimos. La democracia y la justicia son quimeras para entretener.
El cromatismo del filme potencia sus valores nihilistas. Su cara abanicada por la luz de neón potencia a su "entidad de bestia", elemento que se explicita cuando muerde los dedos de Dani, personaje de Mario Casas, quien queda adolorido: él es el hombre timorato que ha denegado las pulsiones, y por ende, la vida. Mila ocupa espacios energéticos de dimensiones extraplanetarias desde una violencia interior fruto del entendimiento de la agresión como forma de vida o supervivencia.
Así, destacamos la pelea de Mila con el vecino que se queja porque ella irrespeta las leyes comunitarias al poner la música a todo trapo. En su embestida contra el mundo hostil contingente declara al vecino "que te jodan, fóllate a tu mujer, hostia", con una cadencia animal, desde una voz atávica e iracunda que nos remonta a civilizaciones pasadas. Y después, aparece esa Mila que añoramos, escudriña una mirada terrorífica y otea el horizonte con el odio emanando del interior de su ser al mirar a Dani.
Mila domina la situación, ordena, dirige la palabra y el discurso, siembra el deseo y la conspiración al mismo tiempo. Sabe evocar una sensualidad única absorbiendo el labio superior al inferior, controla las leyes proxémicas al acercarse y alejarse de Casas. Quiere saber si el hombre tiene miedo de ella y quiere que la mire fijamente porque ella es el epicentro de las perversiones y las lujurias varias. El poder ilimitado de la conciencia femenil se refracta en sus luminarias selváticas que están unidas a un cuerpo famélico que se engrana con unos movimientos luciferinos que mutilan cualquier mundanidad.
¿Es Mila una psicópata? Por supuesto que NO. Es una mujer con agallas y, sobre todo, es una bella persona, sumergida en una saudade visceral y atrapada en un mundo hostil y en una relación salvaje de la que no sabe cómo escapar. Mila bifurca el camino dicotómico de la mujer que no sabe si agarrar al hombre sensible, pero de habilidades sociales cercenadas, que es Mario Casas, o al hombre macarra, abigarrado y perdonavidas que ofrece el lado de la lujuria, la violencia, pero también, el de la destrucción, que es su novio actual.
Así, no podemos desdeñar cierto trastorno narcisista de Mila al querer focalizar el universo simbólico bajo la tutela de su aura filosófica. Cuando intenta detener la violencia que sabe ha desatado por su lenguaje verbal provocador, ya es tarde; quiere desafiar a su novio para saber si la ama, pero ello desata una espiral de violencia inefable. Ahora bien, en su intento de refrenar la oda de agresión que sombrea en las conciencias de los hombres, novio y amante, se bosqueja su humanidad integral.
Mila, ante todo, es una mujer de carácter, con dos ovarios fieros, inteligente y audaz, es la fémina misteriosa y brutal que muchos hombres medianos siempre buscaron en la ciudad exenta de peligros y aventuras, entre deseos furtivos que se evaporaban y relaciones casuales que no ofrecían el salvajismo deseado. Es un mito y un deseo inconsciente, es una de las madres perversas que el hombre en su vaciedad experimental persigue en las calles atravesadas por la luz mortecina de farola titubeante.
Como Mila dice "somos animales, si te olvidas de eso estás jodido". La pulsión manda, la razón es la subordinada de esta. Mila besa a Dani rajando todo acervo de amor. Después escupe sobre Dani, se despliega la violencia y le golpea al no querer romper su vestido. Desde ese nivel el sexo desparramado con besos y agarres es puro salvajismo con cunnilingus bizarro. Antes, Mila había atado con cinturón a Dani, a quien teniendo de espaldas, le había dirigido para que sus dedos frotaran su sexo. Ella es la matriarca, destructora de mediocridades y la fuerza gravitacional de las pulsiones.
Finalmente, con la llegada de Mila ha descendido la demonia heterodoxa con el paradigma filosófico de los instintos, las pulsiones más desgarradoras, el frenesí y la lucha del cuerpo contra la mente y su racionalidad. Ella inhala la perversión y la búsqueda existencial desde el espíritu, ella es la mujer que la sociedad pensante exigía conteniendo las lágrimas, es la fémina sanadora de la hipocresía social y la medianía demente de quienes sin corromper los instintos cimentaron su propia muerte parcelando sus vidas en pequeños amaneceres insulsos hasta la disolución final.
Desde el Nihilismo, solo se puede decir: "Gracias, Mila".
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