domingo, 16 de abril de 2017

Nietzsche habla en España: "Porque todos los débiles y los fracasados hay que ayudarlos a perecer"



Nietzsche asevera lo siguiente en el Anticristo:
"¿Qué es bueno? Todo lo que acrecienta en el hombre el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo. ¿Qué es malo? Todo lo que proviene de la debilidad. ¿Qué es felicidad? La conciencia de que se acrecienta el poder; que queda superada una resistencia. No contento, sino aumento de poder; no paz, sino guerra; no virtud, sino aptitud. Los débiles y los fracasados deben perecer; tal es el axioma capital de nuestro amor al hombre. Y hasta se les debe ayudar a perecer".

¿Quiénes son los débiles y los fracasados para Nietzsche? Aquéllos que ocupan el puesto de poder sin merecerlo; aquéllos que trabajan para un Sistema infame desde la más absoluta deshonestidad; aquéllos que mandan sin tener capacidad para mandar; aquéllos que llevan la voz suprema de la Gran Cultura al servicio de los poderes tenebrosos que nunca asoman cabeza.

En Nietzsche hay una transvaloración de los valores, lo que nosotros entendemos por débil, en el filósofo alemán, tiene un sentido contrario, justo al revés: no es lo que entendemos por ese vocablo. Es débil, el comunista basuril que ocupa el sillón de poderío y pontifica sobre la moral proletaria con un sueldo burgués, capitalista; pero no, el tipo honrado que lleva un sueldo corriente a casa con el trabajo sudoroso que ha nacido en la decencia. El débil en Nietzsche es el poderoso.

Los débiles y los fracasados en Nietzsche no son los parados o los mendigos, los discapacitados mentales o físicos, o los nihilistas pasivos que son incapaces de luchar para revertir su vida, para nada. Los débiles y los fracasados para el alemán son Iglesias, Rajoy, Rivera y Sánchez: los magnates que ostentan el poder y pervierten lo real mediante una realidad virtual que está muy alejada de lo que realmente está pasando en España.

Y es que España está gobernada por grupos oscuros, el Sistema Nacional, y ellos, al servicio de un Sistema Internacional, colocan a marionetas en el poder supremo para proyectar una entelequia nutrida por agentes científicos de inteligencia. 

En un despacho se configuran los perfiles, se elaboran las ideologías, los discursos, los lenguajes y las tramas, y todo es un invento, un guion: un largometraje trasladado a la calle de lo social desde Internet, la televisión, la prensa y la radio. No pueden llevar todos el mismo traje sino nadie lo creería: cada uno tiene su apariencia, su vestimenta, su palabra y su faz falsaria.

La auténtica evolución que necesita este país para huir del yugo franco-anglosajón es crear otros partidos políticos, depurar todo el sistema judicial y universitario, además de los medios de comunicación, luchar contra la corrupción como en una guerra y erradicar de una vez el nepotismo inherente en la raza mediterránea.

Los débiles y los fracasados nietzscheanos son los mediocres sin escrúpulos que obtienen el rango de poder por orden de un sistema tiránico que gobierna en la sombra. El fuerte nietzscheano es el oprimido, el poeta autónomo, el intelectual indigente, el desahuciado, el pobre con corazón y sin resentimiento. 

Sánchez se fue y no sabemos si volverá. Iglesias, Rivera y Rajoy siguen. La utopía sería subvertir el orden establecido, generar otra clase política, y que ello cambiara todo lo demás, que a pesar de las imposiciones externas y del mercado pudiéramos higienizar un poco esta nación, en su interior, en su propia endogamia sociológica y moral. Para ello, hay que leer y lavar el fuego de la llama telebasura. Hay que comprender que todo es una farsa y que la guerra mediática entre ideologías es un fraude, porque quien gobierna en la cueva no tiene ideología, pero quiere que tú sí la tengas para esclavizarte. 

Pero la sensacionalismo no permitirá que nadie piense, y la mayoría ciudadana, caerá en las redes de la estupidez referencial, en el juego de las ideologías que es un invento del Alto Poder. De todas maneras, yo seguiré creyendo en la utopía.

Asimismo, Nietzsche amaba al hombre, quería liberarlo. Pero para ello, lo primero era ayudar a desaparecer a los débiles y a los fracasados, en un sentido metafórico. Ayudarlos a morir para su bienestar emocional y el colectivo.

¿Hay ciudadanos decentes en España apolíticos y nihilistas activos?¿ Por supuesto, pero si montan una fuerza política y la presentan no iría a grabarles ni el reportero despedido de Telemajadahonda.

El problema que tiene este país es que las personas más miserables están asentadas en la Alta Hegemonía, es decir, los débiles y los fracasados nietzscheanos de la sociedad. Mientras los fuertes nietzscheanos, que son los pobres y los desterrados, y que son los únicos salvadores de la urbe social, y su decadencia moral, espiritual y humana, están alejados del poder y, asimismo, de pronunciar la palabra que podría conmutar la podredumbre por la probidad.





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