viernes, 12 de mayo de 2017

The Sopranos: Moltisanti es el kierkegaardiano que dispara a Hegel y Kant.


Christopher Moltisanti asesina a su mejor amigo de un disparo meteórico.



Carlos Goñi, en su libro "El Filósofo Impertinente: Kierkegaard contra el orden establecido" declara, en relación al libro del filósofo danés, Temor y temblor, lo siguiente:



"Kierkegaard vuelve a cargar contra el racionalismo: contra Hegel, quien ha pretendido superar la fe mediante el principio lo interior es lo exterior; y contra el formalismo moral kantiano, para el cual nada está por encima de la moral".


Christopher Moltisanti, mafioso del clan Soprano, acude desolado para encontrar apoyo en su amigo J. T. Dolan, el guionista para series de televisión. 

Así, Chris llega borracho, tras haber sido manipulado por los compañeros de mafia, quienes critican su abstemia, sin entender, que hay personas infectadas por el consumo de droga que no pueden mediar, entre no tomar ni una gota de licor a tomar hasta un barreño que conduce, irremediablemente, al habitáculo infernal de la borrachera. Moltisanti vuelve a caer en el alcohol, dinamitando una férrea disciplina que es criticada, especialmente, por Paulie Gualtieri, hombre sentencioso y poco comprensivo, que fue su capitán en el pasado. Un sujeto añoso que se burla de Chris, delante de Tony y de todos los camaradas, ante las exposiciones inconexas y místicas del joven pistolero protegido por Tony Soprano, el gran jefe.


Tras esta situación, el joven Chris, borracho, adolorido y consciente de su recaída desconsoladora, colige ir al apartamento de su amigo y ex compañero de terapia para drogadictos, J. T. Dolan. 

Lamentablemente, el capitán del clan sigue poseyendo una genética de mancebo en su naturaleza guerrera, que junto a su drogadicción, restañan su fortaleza interior frente a las hostilidades exteriores. El pensamiento de Hegel de que lo interior es lo exterior queda desmitificado en esta escena, debido a que Moltisanti no siente que el significante yoico de fuera sea equivalente a su potencia interior. Él nota con celeridad un distanciamiento fulminante.

Así, cuando pide consuelo a su amigo y empieza a declarar situaciones peliagudas, como el asesinato de su exnovia Adriana La Cerva o la ejecución de su amigo Ralph Cifaretto, ambos ejecutados por directriz de su máximo jefe: Tony Soprano, y además, empieza a elucidar que podría soltar la lengua e irse muy lejos de todos sus compañeros mafiosos con un programa de protección de testigos del FBI, Dolan se pone nervioso, y le comunica con fogosidad, que él está en la mafia y que no quiere saber nada de lo que le está contando. 

En ese momento, Chris, que había solicitado, entre lágrimas, la ayuda a su único amigo, que incluso le había confesado el dolor que le produjo la muerte de su padre (que aunque no explica que fue asesinado Dolan con un cariño ahorcado se lo recuerda), se da cuenta de que su entidad yoica deambula yerta de frío en un páramo de silencio y bajo el aliento de un amor descapullado, y es entonces, cuando saca su pistola automática y de un disparo de matrícula de honor fractura un agujero en la frente de su amigo.

Con ese tiro, Chris demuestra que está por encima de la moral, en contra de la filosofía de Kant, y que lo interior no es lo exterior, que es lo contrario que defendía Hegel. Ese balazo no mata a a su amigo J. T. Dolan sino que asesina a Kant y a Hegel, mediocres de lo real.

Kierkegaard, detalla sobre esta cuestión:


"Frente a la primera pretensión, según Johannes, (autor pseudónimo de Kierkegaard) propia del filósofo, del pensador sistemático, opone la figura de Abrahán, quien no era un pensadorno sentía ningún impulso de sobrepasar la fe. En cambio, Hegel pretende subsumir la fe en categorías racionales, lo cual supone nada más y nada menos que sofocarla. La fe escapa totalmente a la razón, es inasequible al pensamiento, la fe es lo interior que no puede expresarse en lo exterior. Abrahán, el padre de la fe, nos enseña que para creer hay que abandonar la razón y lanzarse al absurdo. Cuando obedece a Dios y se encamina hacia al monte Moria, abandonó su inteligencia terrena y se amarró a su fe. Por ello, se puede entender a Hegel pero no a Abrahán."


En este sentido, Moltisanti refracta que la fe no puede categorizarse de ningún modo en estratos racionales, es algo de lo espiritual que sobrepasa cualquier definición, jerarquización o explicación bajo significantes. Moltisanti representa su propia fe obscura. Cuando la luz de creencia que hilvana hacia su amigo, a través del sollozo que subyace a toda una argumentación duchada en sinceridad, es enterrada por la vehemencia del guionista, Moltisanti, en su esfera inmaterial, detona el gatillo y elimina a su arcángel destronado. Él se inclina para hallar consuelo pero lo único que encuentra es un muro emocional de empatía cementada. 

La fe del oscurantismo y de la luminiscencia no puede explicarse con vocablos ni puede estructurarse, pues reside en lo incorpóreo. Hegel trata de racionalizar  la fe, como Dolan, porque no son capaces de comprender el sufrimiento humano y la amargura que reside en el inconsciente, la zona más salvaje de lo humano donde todo deseo o inquietud es atemporal, y por ese motivo, el tiro asesina al filósofo y al guionista, pues comparten el mismo error.

A este respecto, Kierkegaard, agrega:


"Esta imposibilidad de racionalizar la fe, porque está más allá de las categorías del pensamiento, sume al hombre en la angustia. La fe no es un movimiento racional —justo porque es un movimiento real—, sino que actúa en virtud del absurdo: comienza precisamente donde acaba la razón. La fe es una pasión. El individuo singular no llega a ella por el solo proceso de la reflexión, sino poniendo toda la carne en el asador, por una entrega total".


Este párrafo define a la perfección el encuentro entre Moltisanti y J. T. Dolan. Moltisanti busca amor y comprensión pero el guionista es un bloque de acero, con los brazos cruzados y los ojos en jarra. Dolan es un tabique, un ser asentimental que quiere darle café para que espabile y vuelva a lo real, y así, deshilachar cualquier atisbo emocional de Chris hacia él, cuando, precisamente, la borrachera es el camino que urbaniza al yo espiritual del capitán mafioso deshojado en lágrimas. 

Moltisanti alumbra su desesperación existencial ante su amigo Dolan, al convivir con unos camaradas que le putean y humillan por su abstinencia narcótica, en vez de coadyuvar sus impulsos trastornados que no se acallan ni con la droga, y de fortalecer su lucha contra la drogadicción. Pero Dolan, lejos de tejer una ilación sensible, bloquea cualquier viaducto emocional. Moltisanti está fuera de la razón, no puede curar a su inmaterialidad con la lógica, puesto a que su problema reside en el trono de ánima donde fluyen el erotismo y el delirio.

Chris se desliga de sus camaradas de pistola y se dirige solo hacia el arenal del vacío donde su yo singular le espera, permanece allí meditabundo, pero necesita ayuda, por eso se va al apartamento de Dolan, su único amigo, la única persona que puede ayudarle y escuchar sus lamentos. 

Chris se entrega pero Dolan da un giro racional, quiere estructurar el pensamiento y no quiere ahondar hacia la poza donde habita la pesadumbre de Christopher. Pero Chris, que está inmerso en su yo singular, abrazando a Kierkegaard y alejado de Hegel y Kant; que besa a su alma intangible e indescifrable, que está por encima de toda razón y de toda categoría edificada por el racionalizar, dispara y mata a J. T. Dolan, y con él, a Hegel y Kant.

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