Tony Soprano asesina al ex mafioso Febby Petrulio que se convirtió en colaborador del FBI bajo su programa de protección de testigos.
Carlos Goñi en su libro "El Filósofo Impertinente: Kierkegaard contra el orden establecido" declara:
"Cumplida la suspensión teleológica de la ética, esta se relativiza. El imperativo moral ya no es categórico, porque la razón humana está subordinada a la Razón divina; la ley moral, a la Ley de Dios. El deber como necesidad de una acción por respeto a la ley, según la fórmula kantiana, también es relativo, pues únicamente existe un deber absoluto para con Dios. Johannes de Silentio (pseudónimo de Kierkegaard) ha visto muy bien que una ley emancipata a Deo, por muy racional que pretenda ser, es inhumana".
"Johannes de Silentio apela directamente a la fe de Abrahán como un ejemplo del deber basado en Dios y no en la universalidad de la ley. La obediencia de Abrahán es directa y absoluta hacia Dios mismo. Se percata de que los hombres no respetan la ley moral por ella misma, sino que la respetan en la medida en que participa de la sabiduría y bondad divinas, su auténtico fundamento".
Ante esta lectura de Kierkegaard, esclarecemos que Tony Soprano se halla embebido en una escala supradivina, pero no, moral. Su asesinato contra lo que él considera una "rata" (que es el sujeto miserable que vende a sus amigos y a su juramento sagrado en favor del peor enemigo: el FBI), es el homicidio. Es lo que merece el traidor, que en el plano imaginario de Lacan, es Judas Iscariote, fulminado por su traición a Jesucristo.
Así, Petrulio destruye el pacto sagrado y religioso que hizo con sus hermanos de la mafia, y exporta su alma al enemigo número uno: la mafia policial que protege al estado.
El deber kantiano es muy limitado y sólo permite una lectura parcial de la situación total, pues Tony, no es que quiere respetar la ley mafiosa que se establece para los traidores que se entregan al FBI, sino que pretende fusilar a un traidor a la causa sanguínea por mandato celeste. Tony se coloca por encima de la moral y de la razón.
El jefe de la mafia ha ido con su hija para ver una universidad acorde a sus ideas, y en el camino, como por accidente del Altísimo, se ha encontrado a Petrulio en una gasolinera y le ha reconocido. Por raciocinio no debería poner en peligro la vida de su hija tratando de lanzar un ataque, y de hecho, lo hace, porque Petrulio se dirige al motel en el que está Tony con Meadow y casi les dispara a ambos, pero otros clientes del parador se cruzan en su camino.
Asimismo, Meadow avizora que su padre maquina alguna cosa, y en efecto, así es. Tras seguir unas pesquisas, Tony localiza a Petrulio y le asfixia, abalanzándose por la espalda del exmafioso, en su propia oficina de viajes, cuando el "rata" portaba en sus manos una pistola de cañón largo por el silenciador.
Con unos cables apretujados contra el cuello de Petrulio, Tony, va dando por finalizado su proyecto de vida; con la fiereza de los brazos carnosos de Soprano, motorizados, por su mente asesina, que descerraja al criminal oscuro que circula a paso militar en su inconsciente. El rollizo, termina con la vida del que considera "una rata", y de forma violenta. A pesar de las súplicas de Febby, quien asegura que pudo haberle matado y no lo hizo, el día anterior, en el motel, Tony no flexiona en ningún momento su tesón de venganza. Desde luego, en el mundo de la guerra y de la mafia, perdonar ante el enemigo en la noche es sellar tu muerte en la próxima aparición solar.
Tony Soprano investiga con la reflexión que evoca su puro. Va detrás de Petrulio "el rata".
A este respecto, Kierkegaard, añade:
"El deber absoluto para con el Absoluto es incompatible con la relatividad ética. La ética no puede mandar una relación absoluta, porque ella misma está relativizada. Esto genera un problema insoluble, a saber, ¿cómo se justifica ese deber absoluto? La crítica, por otro lado plausible, al concepto de deber kantiano le ha llevado a un callejón sin salida. Si el caballero de la fe no encuentra justificación en el nivel humano, en la ética, si no puede hallar seguridades humanas, eso significa que se encuentra solo ante Dios, únicamente Dios puede justificar su obrar. Esto explica el temor y temblor, la angustia, el espanto y la zozobra que produce la contemplación de un caballero de la fe.
Tony Soprano asesina a Petrulio en solitario, incluso sabiendo que él tiene una mujer y una hija, pues estuvo rondando en las inmediaciones de su casa y lo pudo corroborar. El asesinato que nos brinda la escena es un acto de silencio que se rompe con el cantar de los patos en el cielo: esos patos que un día estuvieron en la piscina de Tony, y que tanto amor les provocó, entristeciendo su alma, cuando se marcharon. La angustia de Tony se encarna en la huida de los patos, pues ese griterío, parece indicar su soledumbre frente al mundo: es un aullido que escenifica la nada de su aposento espiritual en la Tierra.
Tony podría simbolizar el deber ético de Kant, pero en verdad, lo que ilumina su figura de acción, es al caballero de la fe de Kierkegaard.
Sus principios, voceados por Kant, le dicen que ninguna "rata" merece indulto o piedad, pues su deslealtad es diabólica. Sin embargo, comete este asesinato sin la aprobación de su grupo mafioso, sin consultarles, y sin buscar, en ningún momento, su ovación combatiente. Por tanto, lo que sucede es que sufre la presión celeste que le imprime tener un carácter religioso, que dictamina, taxativamente, que él está por encima de toda ley, y que debe quebrantar toda legislación para refugiar y enaltecer al espectro superior de su estirpe, la que brota en su interior de líder místico.
Sus principios, voceados por Kant, le dicen que ninguna "rata" merece indulto o piedad, pues su deslealtad es diabólica. Sin embargo, comete este asesinato sin la aprobación de su grupo mafioso, sin consultarles, y sin buscar, en ningún momento, su ovación combatiente. Por tanto, lo que sucede es que sufre la presión celeste que le imprime tener un carácter religioso, que dictamina, taxativamente, que él está por encima de toda ley, y que debe quebrantar toda legislación para refugiar y enaltecer al espectro superior de su estirpe, la que brota en su interior de líder místico.
Tony Soprano no reconoce ante su hija que él es de la mafia, ante su pregunta explicita, pues si lo confesara, su juramento de fe quedaría aplastado. Tony no puede resguardarse en lo general. El mutismo de Tony y la evasión ante tal pregunta no se representa ni en la ética ni en la estética, sino, más bien, en lo espiritual. El jefe Soprano no puede relatar, en una lengua humana, a una persona humana, que es su hija, el misterioso clan al que pertenece, pues esto, sólo traería dolor, congoja, desolación y terror emocional.
Relacionado con esta reflexión, Kierkegaard expone:
"La pregunta que se formula Johannes de Silentio con temor y temblor es esta: Desde el punto de vista ético, ¿se puede excusar el silencio de Abrahán ante Sara, Eleazar e Isaac sobre su proyecto?. El tema que se plantea es una consecuencia de todo lo anterior: si existe un deber absoluto para con Dios no justificado éticamente, eso significa que existe también un interior oculto que solo Dios puede contemplar. El héroe de la fe guarda silencio ante las instancias éticas, no puede hacer otra cosa; no se encuentra amparado por lo general: su verdad es incomunicable, su interior no puede exteriorizarse, su soledad es la más absoluta; por eso, no puede hablar. Si dijera algo significaría que su fe se ha quebrado, que busca consuelo y refugio en lo general; entonces, dejaría de ser un caballero de la fe. El silencio de Abrahán está justificado, pero no éticamente, pues la ética requiere la manifestación. Tampoco lo está estéticamente, pues el héroe trágico guarda silencio para salvar lo general. Abrahán, en cambio, está solo ante Dios, únicamente Él le puede justificar; en esto consiste la paradoja de la fe. No habla, porque no puede manifestar algo incomprensible. Johannes lo expresa así: "Es incapaz de hablar porque no habla una lengua humana. Aun cuando conociese todas las lenguas de la tierra. Abrahán habla un lenguaje divino, habla en lenguas. (Temor y Temblor)".
Tony Soprano guarda silencio ante su hija Meadow cuando ésta descubre que tiene una herida en la mano que sangra. Ella cree que ha podido tener una pelea, pero él calla, porque su deber es con lo Absoluto, y no puede comunicar a otro humano su deber supremo. La palabra no puede ser árbitro cuando se necesita del silencio para no atormentar la vida de las personas de tu entorno.
En este sentido, comenta Kierkegaard:
"Para poder manifestar algo hace falta la palabra que sirve de mediación. Pero la paradoja no admite mediación alguna; de aquí el silencio. Algo que Hegel no podría comprender, pues según él, lo interior es lo exterior. En el Sistema no cabe nada inexpresable, nada que salga de sus propias redes conceptuales; todo se puede decir, todo se puede comunicar, todo es perfectamente racional. Pero el Sistema choca con la interioridad inexpresable de Abrahán, el padre de la fe, y con su silencio que clama contra él".
Sören Kierkegaard.
De esto modo, Carlos Goñi escribe en relación a la diferencia kierkegaardiana ente lo racional y lo irracional:
"Johannes de Silentio (autor pseudónimo de Kierkegaard en Temor y temblor) opta por el silencio ante lo que no puede comprender, pero que sabe es maravilloso. Esto le diferencia radicalmente de Hegel y de todos los racionalistas. Para el Sistema no puede haber nada incomprensible, porque todo lo real es racional. Por ello, es inaceptable (irracional) una fe como la de Abrahán. En sus Escritos de juventud, cuando habla sobre el espíritu del judaísmo, Hegel explica la figura de Abrahán de forma diametralmente opuesta a la de Johannes de Silentio, podríamos decir, de una manera perfectamente racional, a saber, el Patriarca no puede obrar de otra manera, ya que ha descubierto el Todo que subyuga lo mundano. La severa unidad de ese su Todo -afirma Hegel- puede exigir de Abrahán el sacrificio de este hijo [particular]. (Escritos de juventud)".
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