Torturador y torturado frente a frente en Hostel (2005), de Eli Roth. Una historia de lo real que sólo creemos en el estado imaginario de una pesadilla, fruto del miedo que nos han inoculado a través de una cultura patética. Un kilogramo de la naturaleza sádica que gobierna el planeta en la sombra. La simbolización del deporte más sanguinolento:
En este presente
trabajo pretendo analizar una de las películas más violentas e impactantes del
mundo cinematográfico. Esa película es “Hostel”; un film estadounidense del
género gore, del año 2005, producida y dirigida por Eli Roth, con la ayuda de
Quentin Tarantino, quien colaboró en el guion y es uno de los productores de la
obra audiovisual.
Quisiera comenzar mi
trabajo con una frase de Carl Gustav Jung, que para mí resume la condición
perversa del ser humano[1]:
“Donde
hay amor no existe el deseo de poder y donde predomina el poder el amor brilla
por su ausencia. Uno es la sombra del otro”.
La película relata la
configuración de una macroestructura mafiosa que opera en Eslovaquia, un país
con dificultades a nivel económico, dentro de la Unión Europea, en donde en una
fábrica abandonada, un clan de origen oscuro se dedica a torturar a personas
hasta su muerte. Sería difícil encontrar palabras en el diccionario para
relatar lo inefable, de hecho, en este sentido, considero que el lenguaje está
constreñido desde cualquier punto de vita.
No podemos desdeñar
la parte más maligna que reside en el inconsciente humano, y por crudo que
parezca, el ser humano es un animal salvaje, que asesina y que viola a
diferencia del animal. No podemos negar al “yo asesino” y al “yo violador” que subsiste
en las entrañas más ocultas y obscuras de nuestro ser, que la ley y la cultura
han intentado sublimar, pero que sin lugar a dudas, existe, vive dentro de
nosotros, con nosotros, y aunque parezca reprimido, sale a relucir, de manera
violenta: una oscuridad que emana su poder y arrambla con cualquier principio
de piedad o auspicio.
En la película se
muestra cómo estas personas, que acaban siendo torturadas y asesinadas, no
acceden por voluntad, lo cual, provocaría un sadomasoquismo interior de niveles
demenciales, sino que son captadas en numerosos puntos de Europa y América. Son
embelesadas por captores que van en busca de sementales con sed de sexo, y son
engañados por una presentación erógena, que les conduce a un país siniestro
como Eslovaquia, escrutado por el frío, de cielo gris, algo montubio y poblado de
unas personas frígidas, ásperas y de un carácter violento: el clima ante todo
incide en la biología de las personas, y no se puede comparar Cuba con
Eslovaquia.
Los dos protagonistas
principales son Paxton y Josh. Estos muchachos veinteañeros son universitarios
que buscan sexo y fiesta, y sobre todo, pasarlo bien, como jóvenes aventureros
que quieren viajar y satisfacer sus pulsiones sexuales. Son individuos de
bagaje académico, pertenecientes a un idiolecto medio de Estados Unidos. Junto
a estos dos mozuelos se une un viajero islandés, Oli, algo más mayor pero con
el mismo pensamiento libidinoso, que no oculta sus perversiones cuando mantiene
sexo en un cuarto de baño de discoteca junto a una mujer que acaba de conocer,
y después envía una foto a Paxton y Josh para glorificarse de sus andanzas
perdularias.
Cuando los tres
unifican su pensamiento en Amsterdam, la ciudad de la prostitución reglada y el
libertinaje, tras una salida nocturna son rechazados por su “hostel” a poder
entrar, al llegar a unas horas intempestivas, y tras el griterío, los vecinos
colindantes les arrojan botellas y les insultan. Ante esta algarabía los tres
son rescatados por un eslovaco, quien desde el inicio, muestra su vivencia
propia nutrida de toda clase de perversiones, pues en el piso, junto a él, hay
a un chico y una chica que mantienen sexo, en un estado de cuasi sueño, por la
ingesta salvaje de droga; van tan ciegos que no saben ni quiénes son.
Este hombre eslovaco
llamado Alex que les ha dado cobijo, abre las puertas del infierno, con el
engaño del elixir: el sexo lascivo y fácil. Les presenta un hostal que en
ninguna guía encontrarán, que se encuentra en las afueras de Bratislava, una
ciudad donde rebosan las mujeres más bellas del mundo: las clásicas eslavas de
cuerpos voluptuosos, y sedientas de sexo. Alex argumenta que debido a la guerra
apenas hay hombres en las urbes menos pobladas y que si van para allá, tendrán
el mejor sexo que siempre imaginaron en sus sueños y fantasías. Los tres se
embaucan en un viaje muy poco previsor, con la pulsión sexual cegando a todo
principio rector de diligencia, y sin saberlo, caen en las redes de los mayores
psicópatas.
Como bien escribe
John A. Sanford2[2]:
“Nuestra
personalidad oscura suele resultar evidente a los demás pero permanece oculta
ante nuestros propios ojos. Mucho mayor es nuestra ignorancia de los aspectos
masculinos y femeninos que residen en nuestro interior... Por este motivo Jung
denominaba «obra de principiante» a la integración de la sombra - al hecho de
llegar a ser uno- y «obra maestra» a la tarea de integración del ánima y el
animus”.
Desde una insondable
ignorancia negamos el mal que hay en el mundo. Coges una maleta, empacas cuatro
cosas y viajas a lo mochilero por Europa. Te marchas a un país recóndito y
aterrizas, directamente, en un poblado oscuro que respira desde las nubes, por
las branquias luciferinas del mal más atroz su iniquidad grisácea, y tu
ingenuidad, no te permite comprender lo que está sucediendo realmente.
La llegada de los
tres viajeros a la ciudad, inmoviliza con una fotografía brutal. A mí me parece
increíble ese plano. Los tres se encuentran bastante desconcertados, pueden
colorear en sus mentes la ventilación de lo siniestro, la lobreguez que se
afrenta a sus sentidos; avecinan un peligro que no saben discernir, pues la
pulsión sexual arrasa con cualquier pulsión de autoconservación. Es como entrar
en una calleja de luz degollada, en un sótano o en un piso de color pérfido,
crees que algo malo puede pasarte pero el hambre de sexo puede con todo, pues
te han contado que allí hay vaginas hermosas como ladrillos en una colmena de
residencias.
Cuando Oli, Paxton y
Josh se dirigen al hostal, ven en la recepción la película de “Pulp Fiction”, y
no atisban la violencia que les espera. Pues, subsiguientemente, descienden al
spa, donde hay mujeres desnudas muy bellas; la lindura engaña. La argucia
maquiavélica del captor de socios eslovaco de Amsterdam ha dado su fruto, están
en la telaraña vesánica, y solo es cuestión de tiempo que la viuda negra pueda
atraparles con su aliento de moral barrosa.
Los tres conocen a
dos chicas muy bellas. Una es de Praga, la otra es rusa, con flujos italianos
en su sangre. Y todos ellos salen a discotecas de la ciudad con ellas, se
drogan juntos, bailan; lo pasan bien. Ellas saben quiénes les han pagado y qué
les va a suceder, pero ellos son como inconscientes incapaces de descifrar la
mordedura incisiva del aire sepulturero.
Oli, desaparece con
una chica asiática que había conocido en el hostal. La íntima amiga de la oriental
está asustada, sin embargo, Josh y Paxton relativizan el extravío de ambos. La
película no muestra que sucede con Oli pero escenifica como a la mujer amarilla
le cortan un dedo del pie, ¿y quién lo hace? Un hombre macizo disfrazado de
carnicero, y de hecho, lo es, pero lo que él trincha es carne humana.
Para esos depravados
la tortura de unos hombres es la pulsión sexual que les ata a la vida, y para
ello, se lucran de la torpeza u omisión de conocimiento de excursionistas,
caminantes, trotamundos, turistas, exploradores y pasajeros del sexo factible,
que creen van a vivir una experiencia sexual única, sin saber que ésta va a ser
fagocitada por la pulsión sexual ligada a la muerte de una mesnada de
sociópatas sin escrúpulos.
En este sentido me
viene una frase de Alexander Lowen[3]:
“La
maldad del ser humano reside en el fondo de su vientre... El placer carnal es
el principal señuelo utilizado por el diablo para arrastrar al ego hacia los
abismos del infierno. Ante esta catástrofe, el aterrado ego lucha con todas sus
fuerzas por conservar el control del cuerpo. De este modo, la conciencia,
asociada al ego, se opone al inconsciente y al cuerpo como depositarios de las
fuerzas de la oscuridad”.
Cuando Paxton pierde
la pista de Josh la trama se complica, y Josh es consciente de que algo va mal.
Denuncia su desaparición en la comisaría y no comprende cómo es posible que un
hombre tan formal y responsable se haya ido sin dejar siquiera una nota. Después,
Paxton pide ayuda a la mujer rusa y a la mujer checa, y ellas con su cinismo
escalofriante, le dicen que sus amigos están en una exposición, en una especie
de museo alternativo, y es entonces, cuando Paxton se adentra en el averno, en
la fábrica del auténtico estalinismo, donde presencia el horror de la tortura y
no es capaz de asimilar si lo que le está pasando es fruto de la fantasía o de
la realidad. Antes de poder pensar en nada es golpeado y retenido por la fuerza,
sentado en la butaca de la tortura, donde le espera la agónica muerte.
¿Cómo es posible que
existan seres humanos capaces de pagar cantidades ingentes de dinero por
torturar y matar a otros seres humanos? ¿Cómo es posible que esos entes sientan
un placer inmenso en la destrucción del otro, que su pulsión sexual vaya
encaminada a un objeto que ha de ser torturado hasta la muerte? ¿Existe mayor
perversión que la consecución de placer de un humano por el asesinato de otro
humano? La respuesta es sí, y es su tortura, lenta y perfectamente estructurada,
conducente a una sevicia sin precedentes que entronca hacia una urdimbre
salvaje, y cuyo punto final, es el asesinato.
A este sentido,
resaltaría una frase de James Hillman[4]:
“Tras
las tinieblas de lo reprimido -lo que ha sido y está enraizado- y detrás de la
sombra personal -lo que todavía no es y está germinando- se halla la oscuridad
arquetípica, el principio del no-ser, lo que se describe y denomina Diablo,
Mal, Pecado Original, Muerte, Nada”.
Antes de valorar la
tortura que sufre Paxton, el film nos deja la tortura que padece Josh; es
espeluznante. La padece por el mismo hombre que conoció en el tren que le
trasladaba a la misteriosa ciudad, a las afueras de Bratislava, el mismo que le
salvó de niños callejeros amorales que no valoran en absoluto la vida y que
pretendían atracarle, el mismo que le contó que formar una familia fue para él
la mejor decisión que tomó en su vida.
El grado de crueldad
es terrible, por parte de este hombre de negocios, de aspecto normal pero mente
enferma, quien delante de Josh confiesa lo mediocre que es su vida de
comercial, comprando y vendiendo cosas para gastar un dinero que nada le
aporta. Afirmando con una psicosis profunda que lo que más le apasiona es
controlar y decidir sobre la vida de alguien; este argumentario lo suelta
después de abrirle cuatro agujeros en el cuerpo con un destornillador eléctrico,
y dejar al pobre Josh, en un griterío y unos vómitos que superan cualquier
bestialismo posible de lo real.
Asimismo, Josh
suplica marcharse y su asesino le hace dos cortes en el tendón de Aquiles,
generando más vómitos en el estudiante americano y unos aullidos que parecen
solapar su dolor. A continuación, es el comercial quien le dice que puede
marcharse, y cuando intenta huir no puede caminar y cae al suelo. Josh gatea
hasta la puerta pero el comercial le detiene. El agente mercantil, con un
sadismo espeluznante se mofa de su presa, recibe por parte de Josh la súplica
de la conmutación de su vida a cambio de mucho dinero pero, es el agente quien
confiesa que es él quien paga mucho dinero por este juego macabro: tanto
sadismo parece inenarrable. El sadismo, como parafilia, abre su camino en esta
escena donde una persona consigue placer provocando un dolor enorme a la
persona que posee; sin su voluntad; sin piedad alguna; convirtiendo su
sufrimiento en pura pulsión sexual.
Por otra parte, Paxton,
representa la heroicidad de la película porque logra escapar de su asesino,
quien se precipita con una sierra mecánica y tras cortar varios dedos de Paxton
termina sajando a las esposas. Seguidamente, el asesino se resbala con la
sangre del americano y acaba cortándose la pierna con la sierra, lo que
facilita su huida de la silla y la obtención de una pistola que termina con la
vida de su apresador, matando después, a uno de los hombres mafiosos que
vigilaba esa celda concreta.
Antes de ello Paxton
es amenazado con esa misma pistola con la que huye, y que saborea el sudor de
su frente. El captor habla una lengua eslava que Paxton entiende, pues es
políglota, y se comunica con él rezando su salvación.
Así, en la fuga, Paxton
puede ver el horror desde dentro: descubre el cadáver de su amigo Josh, puede
visionar cómo un trabajador se dedica a trocear los cuerpos humanos de los
asesinados e introducirlos en el crematorio, y termina en un vestuario donde
conoce al sadismo en persona, al sadismo verbalizado por un hombre oscuro, que
confiesa sus pulsiones sexuales y cómo deseaba desde lo más profundo de su ser
martirizar a un ser humano con toda la crueldad inexpresable. Es en ese momento
cuando Paxton descubre cómo la policía está confabulada con los mafiosos de la
fábrica.
En un momento dado,
Paxton tiene la oportunidad de huir, lleva una pistola consigo y un coche a su
lado para aventarse de ese lugar ruin, pero oye gritos desgarradores, y en la
vacilación de entrar o no decide hacerlo, mostrando su coraje. Asesina de un
disparo al torturador, quien había carbonizado el ojo de su compañera asiática
del hostal, con un soplete de fuego, y huye con ella.
El camino está
embrollado, la policía hace controles de carretera y deben huir a pie hasta la
estación de tren. En la huida con el coche Paxton culmina su venganza cuando
encuentra a la mujer checa, la rusa y al captor Alex, el sujeto belcebú que
conocieron en Amsterdam, y los arrolla con el coche, asesinando a los tres. La
muerte más ilustrativa es la de la mujer checa que tras el impacto con el
vehículo acaba con la cabeza reventada tras el choque en una piedra y emana de
su azotea un gran flujo de sangre.
Al llegar a la
estación, la mujer oriental observa su rostro sin un ojo en el espejo, no puede
soportar esa angustia, la de verse mutilada de esa forma, y se arroja al tren,
se suicida, pone fin a su vida, lo que, indirectamente, permite a Paxton poder
subir al tren sin que la policía ni los mafiosos puedan interceptarle; pues
vigilaban en la estación con mucho esmero. Al arrojarse al tren todos los
policías y los mafiosos, al igual que la gente, clavó sus ojos en el cuerpo
lanzado al ferrocarril y eso dio pie a Paxton para embarcarse y largarse. La
pesadilla ha terminado y ha logrado salir del infierno, con una vivencia que le
traumatizará de por vida.
La película muestra
su lado más vindicativo cuando en el tren, Paxton localiza al agente comercial
que vio en plena vivisección de un cadáver en la fábrica de las afueras de
Bratislava, y quien sin él saberlo, asesinó a su amigo Josh.
En el baño de la
estación, cuando el tren aterriza y el agente comercial se expande entre la
gente como un ciudadano más, Paxton comete ese crimen que ha visto y del que ha
sido víctima. Le corta varios dedos al comerciante, lo mismo que a él le
hicieron, le golpea duramente, y tras intentar ahogarlo con el agua del váter,
le saca hacia fuera y le raja con un cuchillo, ante la rogatoria del agente
“¡No, por favor!”, pues el comercial ve su cara desde el cristal del cuarto de
aseo. Este grito muestra la hipocresía del victimario, quien grita como un
canalla sin alma, para que no le quite la vida, la misma rogatoria que sus
víctimas le han estado pidiendo y nunca concedió en a saber cuántos años
pagando para torturar y matar. La película constata el cambio de roles, donde
víctima y victimario se cambian los papeles. El odio ciega a Paxton, que tras
el horror que ha presenciado consigue conectar con su “yo” más lóbrego.
Carl Gustav Jung
nombró “la sombra” al sadismo que puede emerger cuando los grupos numerosos se
aúnan en un código determinado. Debemos señalar que toda la mafia oscura que
encierra la película “Hostel” está enmarañada en una red denominada “Cazadores
de Élite”, donde todos llevan un tatuaje de la organización con el símbolo de un
perro: un club perverso brotado desde la oscuridad que da nacimiento a una
maquinaria perversa que moverá decenas de millones de euros al año.
Krishnamurti ya
decía: “El mal de nuestro tiempo consiste en la pérdida de la conciencia del
mal”, y es palmario que esta tipología de personas no conocen conciencia
alguna, o han despojado cualquier principio de moral en sus consciencias. Su
superyó fue asesinado hace muchos años, y con él, su humanidad. Ya se decía en
la película “Saló o los 120 días de Sodoma”, de 1975, de Pasolini, que la
libertad absoluta es el auténtico fascismo.
En la película
“Hostel” analizamos de lleno el concepto de sadismo. Entendido éste como:
“Trastorno psicosexual en el que el sujeto obtiene placer del acto de infligir
dolor y humillación a otra persona para satisfacer sus deseos sexuales”. Es
evidente que las personas que integran “Los Cazadores de Élites” pagan
cantidades colosales de dinero para torturar y matar gente porque obtienen un
placer sexual que les eleva a lo divino.
En 1915 en su
artículo “Pulsiones y destinos de pulsión” Freud implanta que la pulsión es una
fuerza inmutable que tiene la meta de lograr el pleno deleite a través de un
objeto. Para el austríaco el sadismo y el masoquismo podemos definirlo en tres
fases[5]:
“1) El
sadismo consiste en una acción violenta, en una afirmación de poder dirigida a
otra persona como objeto.
2) En
un segundo momento, este objeto a quien estaba destinada la acción violenta es
resignado y sustituido por la persona propia. Con la vuelta de la acción hacia
la persona propia se ha consumado al mismo tiempo la mudanza de la meta
pulsional activa en pasiva (martirizar - ser martirizado).
3) Se
hace necesario la búsqueda de un nuevo objeto —ajeno a la persona propia— que
tome sobre sí el papel de sujeto””.
En un estudio
psicoanalítico acerca de la perversidad, Freud apuntala que se debían eliminar
los muros existentes entre perversión y vida sexual. A este respecto, señala:
“La
experiencia cotidiana ha mostrado que la mayoría de estas trasgresiones…, son
un ingrediente de la vida sexual que raramente falta en las personas sanas,
quienes las juzgan como a cualquier otra intimidad. Si las circunstancias lo
favorecen, también la persona normal puede remplazar durante todo un periodo la
meta sexual normal por una perversión. En ningún hombre normal falta un
elemento que pueda designarse como perverso, junto al fin sexual normal”.
Es indispensable que
en la vida sexual existe un goce fundamentado en módulos perversos que
enarbolan el egocentrismo del sujeto. Y en ese sentido, nos puede parecer de lo
más psicopático el hecho de que alguien pueda sentir placer torturando y
matando a otro, pero si negamos la oscuridad que llevamos dentro, por miedo,
por imposición categórica de la cultura o el sistema, no estaremos
comprendiendo la noción humana, desde el lugar naciente de la oscuridad: el
inconsciente. Freud explicita[6]:
“En la
vida anímica inconsciente de todos los neuróticos (sin excepción) se encuentran
mociones de inversión, de fijación de la libido en personas del mismo sexo…
puedo asegurar que la inclinación inconsciente a la inversión nunca falta y, en
particular, presta los mayores servicios al esclarecimiento de la histeria
masculina”.
El perverso por
tanto, en esta película, está bañado de sadismo. Está configurado en el
torturador y asesino despótico, que encuentra su deseo gracias a la
transgresión de la ley establecida. Matar es un pecado mortal y está penalmente
castigado, más aún, si se hace de un modo tan inicuo donde el ensañamiento y
las formas son tan sanguinolentas.
Puede parecer difícil
de entender que un clan misterioso se haya conformado en un país de Occidente,
con objeto, de procrear un armazón delincuencial donde se reúnan las perversiones
más execrables que pueda expedir el ser humano.
Asimismo, es
demasiado estrambótico que en una ciudad periférica de Bratislava, se rubrique
la muerte de ingenuos a causa de secuestradores alimentados por la depravación
más infame, y acaben sacrificados, por la infrahumanidad más aviesa. Pero la
película Hostel, como metáfora del valor más negroide del hombre, teatraliza el
lado más monstruoso que reprimimos en nuestro aparato psíquico, donde lo más
despiadado es lenguaje de savia de vida, y donde lo más benigno es una mera
ilusión que queda sepultada en los confines del inconsciente.
Nuestro preconsciente
actúa como filtro para evitar que ese “yo asesino” salga al exterior, pero en
Venezuela, país del crimen donde la cultura no ha sabido refrenar los impulsos
más innatos del hombre, y el contexto policial y jurídico se ha desvanecido
como margarina en pleno fuego, han llegado a producirse 25.000 asesinatos por
año, en 2015 por ejemplo, por no hablar de otros contextos nacionales como en
Libia, Siria o Iraq; e incluso, la violencia humanitaria que se da en el
supuesto país más flotante del mundo: Estados Unidos; donde Chicago es
bautizada como la ciudad más peligrosa del mundo.
Y por no hablar, de
guerras civiles africanas donde en países como Liberia, en la década de los 90
se practicaba canibalismo, sin mencionar las barbaridades que se cometieron en
Ruanda, donde hutus y tutsis se troceaban entre ellos. También podemos
apuntalar la violencia humanitaria de Hitler, Stalin, Pol Pot o Mao Zedong: el
ser humano es una máquina virulenta.
En “Hostel” no se
tortura a niños o a bebés, pero sí a seres humanos mayores de edad. Hombres y
mujeres libres que tenían una vida por delante y cuyo viaje existencial se
truncó, por el simple hecho, de buscar unas vacaciones del sexo paradisíaco
ante el hartazgo consuetudinario de ver amaneceres en la mediocridad más
plúmbea. A este respecto Elisabeth Roudinesco, asevera que el perverso está
movido por la idea de pulsión de muerte, concepto insertado en su mente
diabólica que obstruye cualquier empatía o sentimiento de arrepentimiento por
la víctima, lo que tapona cualquier atisbo de humanidad. La escritora señala en
“Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos”, lo siguiente[7]:
“(El
perverso) no cesaba en aniquilar con el fin de ofrecer a Dios, su maestro y su
verdugo, el espectáculo de su propio cuerpo reducido a un desecho. Absoluto del
bien o locura del mal, vicio o virtud, condena o salvación: tal es el universo
cerrado por el que el perverso circula con deleite, que queda fascinado por la
idea de poder librarse del tiempo y de la muerte, por eso nos fascina la
perversión… El perverso se mueve en una especie de negativo de la libertad:
aniquilación, deshumanización, odio, destrucción, dominio, crueldad o goce. ¿Qué
es lo que se enuncia en el discurso oscuro de la perversión? No es otra cosa que
la gran maldición del goce ilimitado, a través del odio a uno mismo y la
fascinación por la muerte”.
Debo subrayar que la
pulsión de muerte no se da en “Hostel”, sino más bien, la pulsión de
destrucción, pues los sujetos no atentan contra sí mismos, ni gozan aniquilando
su interior, sino que expelen su rabia hacia el exterior, hacia los objetos,
obtienen satisfacción golpeando hasta la muerte a personas inocentes que ningún
mal han hecho, y que se encuentran totalmente indefensas. Bien es cierto, que
la pulsión de muerte te conduce a la autodestrucción de tu humanidad, y que
esos sujetos torturadores por cada asesinato que cometen se encierran en una
psicopatía más montuosa, ahora bien, la pulsión de destrucción emana de la
pulsión de muerte primaria; pero mientras la pulsión de muerte se dirige hacia
dentro la de destrucción va hacia afuera. En este sentido Freud señala:
“Se
trata de fenómenos propios del masoquismo inmanente de tantas personas, la
reacción terapéutica negativa y la conciencia de culpa de los neuróticos. Estos
fenómenos apuntan de manera inequívoca a la presencia en la vida anímica de un poder que, por sus
metas, llamamos pulsión de agresión o destrucción y derivamos de la pulsión de
muerte originaria, propia de la materia animada”.
Asimismo, la génesis
de la violencia en el ser humano es compleja. Anthony Sampson, en el año 2000,
apuntala[8]:
“La
agresividad humana es así inherente a la constitución imaginaria, narcisista de
sí, pero es adquirida en una experiencia inaugural- renovada a lo largo de toda
la vida y - no tiene nada de innata; lo que es demostrado por el hecho de que
con frecuencia no es lograda o solo parcialmente: ciertos autistas muy severos
dan fe de ello”.
La psicosis de los asesinos
está muy bien refractada en esta película. Los sicarios que trabajan en la
fábrica al servicio de un clan maléfico denominado “Cazadores de Élite”, cumplen
perfectamente su función: se les paga para que todo discurra de una manera
efectiva, y los consumidores de muerte puedan liquidar a todas las presas que
les han servido en bandeja. Además, el hostal actúa como zona de captación para
los turistas, quienes se acomodan con total tranquilidad, sin saber la muerte
que han sellado. Las mujeres son pagadas para enamorar y tener sexo con los
jóvenes; la policía corrupta se lleva su parte, mediando siempre, para que todo
esté godible.
Es indudable que la decadencia no puede ser mayor, es una ciudad
corroída por el mal, y todo, al servicio del bien capitalista, porque la
esencia de la película es el capital, el dinero que mueve la psicosis y la
perversión ligadas al sadismo: 5.000 dólares por torturar y matar a un ruso,
10.000 dólares por torturar y matar a un europeo, 25.000 dólares por torturar y
matar a un americano.
Carl Gustav Jung
decía una frase que yo repito a menudo[9]:
“Es inminente un gran cambio en nuestra
actitud psicológica. El único peligro que existe reside en el mismo ser humano.
Nosotros somos el único peligro pero lamentablemente somos inconscientes de
ello. En nosotros radica el origen de toda posible maldad. La sombra sólo
resulta peligrosa cuando no le prestamos la debida atención”.
Asimismo, Sonia Vaccaro asevera en su estudio “Sombra y Violencia
Familiar”, desde el pensamiento junguiano, lo siguiente[10]:
“Las culturas antiguas conocían las diversas dimensiones
de la sombra: la personal, la colectiva, la familiar y la biológica. En el
templo de Apolo, en Delfos, había dos inscripciones grabadas sobre el dintel de
la puerta de entrada: "Conócete a ti mismo" y "Nada en
exceso". La primera de ellas remite a la necesidad de conocer y aceptar
nuestro lado oscuro, la segunda, señala que sólo aquellos que conocen a fondo
sus excesos y sus vicios, quienes han comprendido y aceptado sus zonas sombrías,
pueden aceptar sus límites y por lo tanto respetar a los demás, considerándolos
personas con derechos.
La cultura patriarcal, al propiciar el modelo familiar de pater familia, enviste al varón con el poder
general sobre el resto de los miembros de la familia, favoreciendo que la
violencia de la sombra se proyecte sobre los integrantes del grupo considerados
"inferiores", "menores". La violencia de la sombra recae
mayormente sobre las niñas, los niños y las mujeres, integrantes siempre
presentes en la composición familiar tradicional”.
¿Por
qué esta cultura mundial tan infame se niega a explorar la oscuridad del ser
humano? Quizás porque quienes gobiernan toda esta entelequia que llamamos nación
o sociedad, son los dominadores de lo oculto. Siempre he iterado que los que
mandan en el mundo son seres oscuros que lo rigen todo desde la caverna: Rajoy,
Iglesias, Sánchez o Rivera no son más que marionetas colocados por ese sistema
oscuro. Quienes verdaderamente lo rigen todo son un clan sombrío que no conocemos,
por lo tanto, es una guerra que no vamos a lidiar jamás. La mayoría de la
humanidad niega la oscuridad del hombre que brota desde su inconsciente, y en
esa ignorancia, se teje el camino pérfido de nuestra perdición.
Drogarse,
evadirse del mundo o vivir según parámetros amorales pueden ser más factibles
en este mundo caótico que ser una oveja más, quizás, ser un psicótico sea lo
más racional en este abyecto planeta de mitómanos e hipócritas, donde la mitad
son fatuos que siguen un ideal enfermo, y la otra mitad, psicópatas de la
codicia y el latrocinio.
Estoy
de acuerdo con las palabras de Sonia Vaccaro. Debemos recalcar el hecho de que
todos los torturadores en “Hostel” son hombres. La cultura patriarcal, y el
psicoanálisis unido a la filosofía más misógina, por poner como ejemplo a
Schopenhauer, han dado el poder al varón de la casa para ejercer su propia
violencia contra su mujer y sus hijos. La mano viril es la ejecutora del
sadismo, la violación y el asesinato; y los más débiles, son las víctimas olvidadas
en una fábrica a las afueras de Bratislava o en cualquier nave o sótano
abandonado. Pues, si esto no es así, ¿de dónde salen las películas snuff?
Es
incuestionable que la película “Hostel” brota del odio. El odio hacia el ser
humano que imbrica los crímenes más terribles. En ese aspecto, siguiendo el
pensamiento de Meyrink, a través de uno de sus personajes, la princesa
Chotokalungin, termino este trabajo[11]:
“El amor es vulgar, ya que el amor quita al hombre y a la
mujer el principio sagrado de la autonomía y lanza a uno y otro en la
impotencia de una unión a partir de la cual, la criatura sólo puede soñar en
renacer en este mundo inferior de donde procede y a donde siempre vuelve. El
amor es vil ¡Sólo es noble el odio!”
[1] Jung, C. G. (1995). El hombre y
sus símbolos. Buenos Aires. Paidos.
[2] Zweig, C. (1993). Encuentro con
la sombra: el poder del lado oscuro de la naturaleza humana. Madrid. Kairós.
[3] Zweig, C. (1993). Encuentro con
la sombra: el poder del lado oscuro de la naturaleza humana. Madrid. Kairós.
[4] Zweig, C. (1993). Encuentro con
la sombra: el poder del lado oscuro de la naturaleza humana. Madrid. Kairós.
[5]
Freud, S. (1915a). “Pulsiones y destinos de pulsión” en Obras Completas, Tomo
XIV. Buenos Aires: Amorrortu editores. 1984.
[6] Freud, S. (1994). Tres ensayos
de teoría sexual. En obras completas, VII. Buenos Aires. Amorrortu. (Trabajo
original publicado en 1901/1905).
[7] Roudinesco, E. (2009). Nuestro lado oscuro,
Una historia de los perversos. Barcelona. Anagrama.
[8] Sampson, A. (2000).
Reflexiones sobre la violencia, la guerra y la paz. violencia y familia (págs.
1 - 24). Santiago de Cali. Facultad de Humanidades Universidad del Valle.
[9]
Vaccaro, S. (2009). El pretendido síndrome de alienación parental: un
instrumento que perpetúa el maltrato y la violencia. Bilbao. Desclee de
Brouwer.
[10] Vaccaro, S. (2009). El
pretendido síndrome de alienación parental: un instrumento que perpetúa el
maltrato y la violencia. Bilbao. Desclee de Brouwer.
[11] Montiel,
L. (2012). El rizoma oculto de la psicología profunda, Gustav Meyrink y Carl
Gustav Jung. Madrid. Frenia.
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