martes, 7 de febrero de 2017

Nietzsche le da una somanta de hostias a Freud: "Sargento de Hierro" (1986); film de Clint Eastwood.

El personaje cinematográfico de genética nietzscheana propina una ensalada de hostias al personaje freudiano en el Sargento de Hierro de Clint Eastwood, de 1986. El temple del fuerte, representado en Eastwood, vence al baladrón, visualizado, en el maleducado con complejo fálico.





La escena sucede en una celda. Tom Highway (Clint Eastwood) es el personaje nietzscheano, que es encarado por el personaje freudiano de un matasiete, de tirantes, que desnuda a sus músculos como forma de intimidación: pura falsedad de las apariencias.

Cuando Tom está sentado en una cama de la celda, rodeado de delincuentes, y relata cómo follaba en Vietnam y en Tailandia, y cómo pilló la gonorrea y la sífilis, con el Ejército de Estados Unidos, cuando las altas autoridades militares le prohibieron follar en prostíbulos decentes, el musculitos, de complexión rocosa, se acerca de manera chulesca e increpa a Highway. Le asevera que no le caen bien los soldados, y que si quiere sodomizar a un muchacho que tiene al lado, de patrón pacífico, educado, y con caracteres barbilampiños; Tom afirma que se marche ates de que le enseñe a comportarse, mutilando, de raíz, a su complejo fálico, que Freud, tanto tenía.

El matón, que es el valor icónico freudiano, emblema del súperego de los machitos con sed de atentar contra el Otro, para así hallar a su propia identidad, le contesta, que es un maricón; prejuicio homofóbico freudiano, para quien el homosexual era un obsesivo y un hombre incompleto. Y encima, este maleante y bocapato, elucida que va a meterle los cojones en la boca. Ante estas palabras, Highway deposita su puro en las manos del muchacho imberbe, y propina al sietemachos una patada en el pecho con los dos pies, seguido, de tres puñetazos. El perdonavidas se queda en el suelo, y el sargento militar, le dice: "Quédate ahí y descansa, luego te enseñaré lo que es el dolor". 

Con el ego que Freud quería irradiar en el hombre, a través del héroe, pero que no quería conceder a la mujer, a la que en una carta habló en términos de que como tenian la belleza debían conformarse, el personaje freudiano, extendiendo los valores de Sigmund Freud, saca una navaja, vuelve a llamar al militar maricón, y trata de apuñalarle, pero Tom Highway le frena el intento de cuchillada y con tres golpes lo vuelve a dejar en el suelo. El soldado vuelve a su asiento y sigue hablando, tal y  como decía Nietzsche en Aurora, en el aforismo titulado: Farmacia militar del alma. Allí se desarrolla lo siguiente: ¿Cuál es el medicamento más eficaz? La victoria.

La bravuconería de Freud es vencida por la templanza nietzscheana. Esta escena, así lo demuestra. Si antes del colapso de Friedrich Nietzsche, el filósofo hubiera conocido a Sigmund Freud: una película que está por hacer, y por lo que fuera, hubieran llegado a las manos, tengo claro que Nietzsche, con un puñetazo, habría dejado tumbado a Freud: una ucronía que habría sido interesante, para que el vienés hubiera dado otra visión del análisis de los sueños.

Después, la película muestra otra pelea de Tom Highway con uno de sus discípulos, Johanson, de casi dos metros de altura, y quizás, 140 kilos de puro músculo. El embate termina con el sargento paralizando su golpe, y dándole un puñetazo en la cara. A pesar de que su tamaño rocoso es superior, ello no quiere decir que sepa cómo pelear, y por tanto, ganar el combate cuerpo a cuerpo.

Aunque los freudianos digan que el tamaño del pene es lo que engendra la superioridad del valor dialéctico masculino, frente al clítoris de las féminas, lo cierto, es, que el tamaño es un valor secundario. Como bien demuestra ese enfrentamiento.




Así, termino con un cartel bonito y muy explicativo:







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