viernes, 6 de enero de 2017

¡Cuidados freudianos! Habla Schopenhauer

    FOTO DE ARTHUR SCHOPENHAUER



Al parecer, muchos consideran que Sigmund Freud es una especie de genio todopoderoso, de intelectual divinal que, en un momento dado, recibió una luz directa hacia su tez, de los dioses que sólo hablaron ex cátedra con algunos seres humanos concretos, y de ahí, confeccionó toda su obra del inconsciente.
Algunos fanáticos quieren hacernos creer que el médico vienés, mientras fumaba cocaína y elaboraba estudios que le llevaran a la fama y al dinero, descubrió, por sí mismo, que en nuestra cabeza había una zona oculta, un algar muy oscuro donde permanecían nuestros deseos más reprimidos, que no podían salir a la luz de la consciencia, pues, de hacerlo, se producirían actos de lo más pecaminoso, caótico, enfermizo, perverso y sádico…
El inconsciente, ese lugar de los misterios humanos, donde habitan nuestros deseos e instintos más profundos, y por supuesto, inmortales, fue según los freudianos, un hallazgo de Freud.
La cuestión es cómo llegó Freud al inconsciente. Ésa es una buena pregunta, porque cuando Sigi, tal y como su madre le llamaba, llegó a esa guarida obscura, donde reside toda información mental alejada de la conciencia, y que es tan difícil de alcanzar, el término de la no consciencia o inconsciente estaba más manido, por la filosofía o escritores románticos como E.T.A. Hoffmann, que la propia prostitución. Freud no descubrió nada, sólo unió piezas.
El capítulo XIV de los Suplementos, es una prueba de cargo contra los freudianos. Un texto escrito por el inclonable Arthur Schopenhauer, nihilista por amor a la verdad, y maestro Supremo de la filosofía, quien desgranó la pureza de la vida relatando toda su miseria, descorchando toda su desdicha.
Y dice así, el alemán, sobre su praxis fisiológica:
“A veces, un pensamiento o una imagen de la fantasía nos viene a la mente de improviso y sin motivo consciente. Pero por lo general es una ilusión, derivada de que el motivo era tan pequeño, el pensamiento mismo, por otra parte, tan claro e interesante, que éste repele inmediatamente a aquél de la conciencia. A veces, sin embargo, tan instantánea aparición de una representación puede tener por causa impresiones corporales internas o de las partes del cerebro entre sí, o del sistema nervioso orgánico sobre el cerebro”.
Y añade, enlazando esta teoría fisiológica con una hipótesis del inconsciente:
“En general, la realidad del proceso del pensamiento en nuestro interior no es tan simple como su teoría (…). Para que resulte evidente la cosa, comparamos nuestra conciencia a un agua de cierta profundidad; entonces los pensamientos claramente  conscientes sólo son la superficie: la masa por el contrario es lo confuso, el sentimiento, el resentimiento de las intuiciones y de las experiencias en general, impregnado de la disposición propia de nuestra voluntad, que es el núcleo de nuestro ser. Esta masa de toda la conciencia está ahora en continuo movimiento, más o menos, según el grado de la vivacidad intelectual, y lo que después de esto sale a la superficie son las claras imágenes de la fantasía o los distintos pensamientos conscientes y las decisiones de la voluntad, expresadas en palabras. Raramente todo el proceso de nuestro pensar y de nuestro decidir aflora en la superficie, o sea, consiste en una concatenación de juicios claramente pensados; si bien nosotros nos esforzamos en ello para podernos dar cuenta y que se la den los demás. Habitualmente se desarrolla en la oscura profundidad de la rumia de la materia recibida de fuera, mediante la cual queda elaborado en pensamientos; y aquella procede de este modo casi inconscientemente, como la transformación del alimento en jugos y en las sustancias del cuerpo. De ello deriva el que no podamos por lo común dar cuenta del nacimiento de nuestros pensamientos más profundos: son el parto de nuestro misterioso interior”.
Pues sí, Schopenhauer es quien nos declara que cavilaciones insondables dan a luz a un interior mental, donde mora, el enigma de nuestro aparato psíquico. Y se desarrolla un puente inconsciente, que liga a la materia captada con la elaboración de un tipo de pensamiento, poniendo el ejemplo de la mutación del alimento en los jugos.
Freud siempre manifestó que no leyó a Schopenhauer, y que todos sus descubrimientos fueron obra de un estudio científico superior, pero lo cierto es que quien seguro no leyó a Sigmund Freud fue Arthur, porque él falleció en 1860. Según principio schopenhaueriano la palabra de Freud, como representación, es una mera manifestación, y cuando él tuvo que enfrentarse a ese mundo se preguntaría que había tras las formas, por lo que la respuesta estaría en la experiencia interna, en la voluntad. Y fue Freud y su voluntad lectora, junto a su investigación filosófica, lo que le permitió desarrollar su premisa acerca del inconsciente.
Arthur Schopenhauer, el gran avezado en la teoría de la voluntad, aseveró, además, que esa teoría del inconsciente no era más que una teoría de la voluntad:
“Sin embargo, lo que pone en actividad la asociación misma de los pensamientos está en lo íntimo e nuestro interior, en la voluntad que empuja a su siervo, el entendimiento, a alinear según el grado de sus fuerzas pensamientos tras pensamientos para volver a evocar lo símil y lo simultáneo, para reconocer causas y efectos”.
Toda nace y muere en la voluntad, todo lo que somos y queremos ser: Arthur lo tenía claro, y yo, también. En lo irracional de la voluntad está la desilusión por la existencia, y la inercia tenebrosa, a hacer morir cada mordisco de vida; sin embargo, en la quimera, lengua nativa de la mayoría social, reside la fantasía de que la vida es lo más maravilloso, y que cada sujeto pensante es único e indivisible, aunque la muerte enfocará muy temprano, con su fétido aliento. A pesar de que algunos sueñen con tener una existencia medianamente afable antes de besar a los peces negros del olvido, la única verdad de la persona humana emerge a través del sufrimiento, sin él, somos como esponjas de mar, como los necios o los ricos.
Yo sólo sé que Freud leyó a Arthur Schopenhauer, y que gracias al filósofo, pudo establecer su teoría del inconsciente, porque el judío lo recibió todo de la madre filosofía. El psicoanálisis de Freud, con el hormigón enraizado en la filosofía de Schopenhauer, pudo engendrar su Alta Filosofía, que es el psicoanálisis. ¡Así que cuidado, freudianos!, que hay un problema con la historia, y con los pensadores anteriores a Freud, y todo su legado teórico y conceptual, como por ejemplo, el intelectual superlativo: Schopenhauer.


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