miércoles, 11 de enero de 2017

El ingenio interpretativo de Alice Eve en "Crossing Over"


Alice Eve junto a Ray Liotta en el largometraje Crossing Over (2009). La imagen notifica la escena de sexo en el motel periférico, donde el fiscal de inmigración, le propone encuentros sexuales a cambio de la tarjeta verde que le permita a ella la residencia de trabajo en los Estados Unidos.



Alice Eve demuestra en el largometraje Crossing Over (2009), de Wayne Kramer, un talento interpretativo sublime. La historia encierra a dos personajes que chocan en un intervalo efímero, lo que provoca un fuerte conflicto tan cercano a lo real, y sin embargo, tan eludido por la mayoridad social.

Alice, es una joven actriz australiana, de beldad notable, que busca su sueño de ser actriz en los Estados Unidos. Ella representa la arista dulce de la soñadora. Pero, por otro lado, aparece Liotta, el fiscal de inmigración siniestro; el sátrapa que se aprovecha de su situación de potestad. 

Asimismo, ambos personajes de la vida social se unen por un accidente de tráfico, cuando Claire, nombre del personaje, bastante alterada al haber tenido un desencuentro con una mujer afroamericana, bastante insensible y hosca, del Departamento de Inmigración, sale con su vehículo sin mirar y colisiona con el de Cole, nombre de Liotta, quien, en un primer momento, se encoleriza pero modifica sus modales al ver a la preciosa rubia que tiene delante. Éste la invita a tomar un café, y es, en la cafetería, donde se fragua toda la perversión maquiavélica del empleador norteamericano.

Claire cree hilvanar un puente sentimental al ver su anillo de casado, pero es pura fachada, no hay esperanza en el círculo de lo social. Cuando ella le pregunta por su esposa, él asevera que ella trabaja en la defensa de los inmigrantes. La actriz le propone una reunión con su mujer y éste se ríe: es la risa luciferina del tirano. Cole afirma que la vida le resultará una pesadilla cuando la encarcelen, la desnuden, y una latina criminal de naturaleza lésbica, abuse de ella en los calabozos. Ante esta amenaza directa, ella contesta que comprende lo que quiere decir, y después articula que dónde quiere hacerlo.

Así, el motel es el testigo mudo del abuso de poder. Él gime y resuella encima de ella; La rubia mira hacia otro lado, no quiere enfilar hacia sus ojos: es la mirada del sometimiento, que blande a través de un alma trasmudada al hedor. Es la decadencia que resbala hacia un cielo hibernal de miedo y angustia. Alice demuestra un talento catedralicio desde sus fanales suprimidos por la subyugación del otro.

Después, acaece la plática donde él expone la manera ilegal en la que ella puede lograr su tarjeta verde, y entonces, ella le mira. Ambas caras están frente a frente, después Cole se aleja, y le explica que puede hacerla pasar por una actriz de éxito australiana, y por ello le pide 6 meses de sexo por la tarjeta verde, pero ella sonríe, con cierta transigencia, y le convence para que sean 2 meses, cuando había pedido 2 semanas en el inicio. 

Ella acepta y quiere darse una ducha pero él la detiene, la agarra del pelo con la garra del despotismo, y le dice que la quiere a 4 patas en el vértice de la cama, y la actriz, no parpadea: sus ojos fijos van desgranando lentamente un desgarro interior: la calidad de su técnica actoral es soberbia. A continuación, se pone palabra al sentimiento inconsciente, en un plano fijo que desnuda a un llanto antológico en la bañera, mientras el agua cae. La llovizna de agua trata de barrer sus lágrimas mientras limpia su cuerpo de las zarpas invasoras.

Sus encuentros sexuales se materializan en el mismo motel. Claire asevera que parece que hace mucho que no ha tenido sexo de verdad, y Cole, le confiesa que prefiere masturbarse a tener sexo con su mujer, a lo que ella responde con empatía, que es muy triste, en tono sensible. La escena termina con la elucidación de Cole de que la llamará mañana, y la chica rubia se rasca el pelo y la nariz con las luminarias confusas de quien ha cruzado una frontera peligrosa, que ensucia su integridad como persona humana.

Cuando el novio se entera de lo sucedido, ella lo confiesa todo, y él, se deshoja en lágrimas y lamentos duchados de impotencia y rabia. Alice revela que mantiene sexo con él las veces que él quiera durante 2 meses para conseguir la tarjeta verde y no ser deportada. Y la película nos regala una imagen espectacular: Claire con los ojos muy abiertos y las líneas de la frente en tensión, reclama comprensión, conteniendo el llanto y respirando desde la boca con dificultad, sin descifrar el dolor intangible de dentro, pero él, no atiende a su sufrimiento por lo que ella se marcha.

En la escena final de Cole y Claire, el fiscal le testimonia, como arrepentido, que sabe que lo que hace no está bien, y que podrían empezar de cero y tomar un café como si nada hubiera pasado. Claire está tumbada en la cama, hermética, con sus pechos orondos al descubierto, completamente desnuda y el semblante inexpresivo, alejada de todo sentimiento.

La actriz australiana sonríe sardónica y subsiguientemente, le da una explicación con la sobriedad, la contundencia y la sinceridad, de un ser humano desgajado por la injusticia de lo real. La actriz con una dicción proverbial le detalla el asco que le produce. Además, le notifica que nunca va a haber una emoción entre ellos, pues él, es basura, palabra que no menciona pero que queda implícita. Claire declara que con una muñeca hinchable hallará más sentimiento que con ella, que cuando está con él apaga todos sus sentidos y al volver a casa se pasa una hora en la ducha limpiándose de su cuerpo infecto. Cole, petrificado, al sentirse despojo de semoviente, parpadea afligido y desciende los ojos; se siente lo que es: mugre. 

A Cole le cuesta tragar saliva, y Alice le dice si quiere hacerlo, en tono hiriente y sarcástico, pero él se marcha comunicándole que recibirá la tarjeta verde por email. Y el largo nos obsequia con un plano para los educandos de las academias de expresión artística: Ella le mira con odio, una vez ya se ha ido, parpadea nerviosa y tensa las aletas de la nariz, tremola su cuerpo y su cabeza, y retiene una llantina de rabia con un tic en un ojo. Su respuesta emocional es prodigiosa.

La imagen es magnífica, representa la insurrección, la evolución del carácter débil y condescendiente con el explotador hacia la naturaleza fuerte, ofensiva y contestataria. Hay un cambio entre la mujer práctica que asume que el mundo es un caos, donde antes o después debes venderte, y la mujer que esputa la abominación que siente por el hombre con quien tiene que acostarse para obtener sus fines. La actuación de Alice es de matrícula de honor, da las respuestas faciales en función a su estado de ánimo con la genuidad de quien ha interiorizado en su alma, los sentimientos más fúnebres de opresión, y refleja con maestría, las emociones candorosas que se van evaporando cuando colige arañar la fortaleza interior de sus entrañas ante dicha situación de inequidad.





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