En la primera imagen, observamos a Ralph Cifaretto, miembro de la mafia italoamericana, y Tracee, estríper del local Bada Bing dirigido por Silvio Dante y Tony Soprano, viendo una película en la casa de Ralph.
En la segunda imagen, Ralph fuerza sexualmente hasta causar el llanto de Tracee, mientras es obligada a practicar una felación a un policía de uniforme.
En la tercera imagen, Tracee cree que Ralph va a hacerse cargo del hijo que espera, y que parece es suyo, antes de que éste la insulte y la asesine a golpes en las inmediaciones del Bada Bing.
En la cuarta imagen, el cuerpo sin vida y ensangrentado de Tracee, de 20 años de edad, yace en la tierra, tras la salvaje golpiza de Ralph, en el descampado trasero del Bada Bing.
El capítulo sexto de la tercera temporada de la serie The Sopranos, se remarca por su sevicia, relatando la vida de la estríper en manos del androcentrismo. Es Estados Unidos, una nación referencial para la violencia y el desfase, y los clubs de stripers casi siempre, en la mayoría de los casos, dirigidos por sujetos del hampa abrigados por un sistema despótico, son una muestra palpable de dos clases de violencia: la física y la silenciosa.
Siento abominación y me parece execrable la utilización sardónica de la violencia, porque sólo sirve para respaldar la misma, además de poner una coartada causal y un soporte justificatorio, a lo que es detestable, por su carácter inhumano. La sátira, en la violencia sexual, la violencia machista o feminista; y la violencia en general, sólo construye un puente perverso, donde el sadismo forja con sus pilones asentados desde la vesania social, un espacio en el que se pisotea a la víctima y se enardece al asesino: la risa es un arma para carbonizar a la empatía inherente en nuestra alma, y además, para excusar la acción del homicida.
Esto no es lo que sucede en The Sopranos, pues su enfoque material de la violencia, aunque por requisitos de audiencia, es muy expresivo, no tiene un tratamiento irónico que pueda zaherir a las víctimas de la violencia.
En este capítulo en concreto, de la tercera temporada, se da una visión de la estríper representada en muchos semblantes de mujer. Ellas, ataviadas a unos cuerpos voluptuosos que se caracterizan por sus delgadas curvas, sus pies pequeños, sus músculos tonificados, y sobre todo, sus pechos turgentes; extremadamente gigantes, son la expresión de un deseo hiperbólico de la figura femenina, donde se explayan virtudes de belleza y se atenúan virtudes de inteligencia: es la sociedad norteamericana en estado corrupto.
Así, Tracee encarna a la chica joven perdida en la vida, que por su beldad, trabaja como estríper. Tony llega a decir de ella, sobre sus tetas, que las tiene bien puestas: ése es el motivo de por el que curra en el club.
Tracee, es una muchacha criada en un entorno familiar violento, maltratada por su madre en la infancia, quien le provocó una serie de quemaduras: una mujer desterrada por un sistema ufano e implacable hacia los que sufren. Y esta mujer joven acaba en el Bada Bing, la cuna del feminicidio, donde los hombres ejercen su superioridad con el desnudo femenino. Donde borrachos y pederastas amartelados por la basura gastan en alcohol lo que niegan a sus hijos malnutridos, y pagan por el espectáculo machista, que bien habría fundado Aristóteles. Un juego liberticida, que conduce a los hombres malsanos, al regreso a casa para golpear a sus mujeres o novias.
Tracee, es una muchacha criada en un entorno familiar violento, maltratada por su madre en la infancia, quien le provocó una serie de quemaduras: una mujer desterrada por un sistema ufano e implacable hacia los que sufren. Y esta mujer joven acaba en el Bada Bing, la cuna del feminicidio, donde los hombres ejercen su superioridad con el desnudo femenino. Donde borrachos y pederastas amartelados por la basura gastan en alcohol lo que niegan a sus hijos malnutridos, y pagan por el espectáculo machista, que bien habría fundado Aristóteles. Un juego liberticida, que conduce a los hombres malsanos, al regreso a casa para golpear a sus mujeres o novias.
Tracee es la imagen de la evasión interna, la soledad impuesta, el descontento perpetuo. Al estar en ese mundo se codea con hombres peligrosos, de lo infrahumano, que sobreviven degollando amaneceres de los otros, despojando de dignidad al ente que tienen al lado para empoderamiento propio, desde la usura, la violencia y la tiranía más demencial.
Ella trabaja para Silvio Dante, la mano derecha de Tony Soprano, el gran jefe. Es Silvio, el misérrimo baladrón, que va a buscar a Tracee a casa de Ralph, al ausentarse del trabajo, y le propina un puñetazo, lanzándola contra su coche, y a continuación, la agarra con violencia del pelo, y tras llamarle puta, le aúlla que su vagina le pertenece. Tras conminarla, la empuja con fuerza, obligándola a entrar en su coche, ante las risas del canalla y mierdoso de Ralph Cifaretto.
El capítulo no esconde su sevicia sexual cuando Tracee, en un cuarto del Bada Bing, donde habitan productos de limpieza, espira lágrimas cuando es penetrada por Ralph, por detrás, al mismo tiempo, que el mafioso desciende su cabeza, usando su mano, para que un policía con su uniforme puesto reciba una felación de la estríper Ralph espetó en interrogante sádico que si estaba llorando, y después, profirió que no debía hacerlo, pues ya le haría él algo peor para que si tuviera motivo para ello.
Tracee, asqueada de su vida, cansada de cobrar golpes y humillaciones decide ser ofensiva y llama gilipollas a Ralph en una fiesta privada del Bada Bing, ya que pasa de ella, y ni quisiera la ha llamado, cuando está embarazada. Éste, le recrimina que así no se debe hablar a un hombre delante de sus amigos, y Tracee replica: "Ya... ¿qué hombre?", patentizando que él no lo es, que carece de hombría, en una descripción perfecta del sujeto en cuestión.
Ralph sale por la puerta trasera a un descampado que da a la carretera, es de madrugada, no hay nadie, Tracee fuma su cigarro y rechaza hablar con él cuando Ralph la sujeta, y después, el tipejo se excusa y arguye que trabaja para ella y su hija, pero es falso.
Con la ironía del feminicida más cobarde, le suelta, que si nace niña le llamará como a su mami, y de mayor será una chupapollas como ella. Tracee, en la fatiga del vilipendio le pega una hostia, y él se la devuelve. A esta respuesta, ella contesta: "¿Esto te hace sentir bien? ¿Te hace sentir como un hombre?", y el mafioso despliega su furia, valiéndose de su superioridad física, y le asesta 8 puñetazos, 2 en la barriga y 6 en la cabeza, pero ella sigue viva; sin embargo, a continuación, Ralph estampa su cabeza contra la valla de carretera, y le da otra puñada en la cara. Después, la vuelve a estampar contra la valla y ése es el golpe final, terminando con otro puñetazo en la cara cuando ya está fallecida, la bailarina. Ralph resuella y mira su cadáver, con los ojos desfondados de toda humanidad, por la preeminencia androgénica vociferada desde lo social, y le dice a su cadáver: "Mírate ahora...". Es el feminicida.
Ralph Cifaretto define al actuante de poder, que ejerce su fuerza contra el ente inferior, porque puede hacerlo, porque tiene la posición social para desarrollar su enfermedad contra otros: que es la violencia contra lo indefenso; porque vehicula su desprecio hacia el subordinado sin rumbo, ante la frustración de no arañar más poder del que pretende. Él asesina a ella; el hombre maduro termina con la vida de la joven; el maleante de la red criminal organizada entierra a la estríper que se ganaba un jornal. Y todo, porque el vector social, absorbido por un modelo machista, engorda de poder al macho para vertirlo contra la hembra, porque sin dominación no hay sociedad, y sin crimen, no hay moral que imponer para esclavizar. Es tan sencillo como perverso.
Ralph le arrebata la vida a una joven con todo un futuro por hacer, para dar agua a su orgullo viril reseco, para exteriorizar, su exhortación funesta de potestad ante lo débil, porque cree dominar a los cuerpos que le rodean desde su puño, porque sabe que puede asesinar a golpes a una mujer joven, y lo hace, al negarse a permanecer en su rol de explotada, de dominada. Es la vil enfermedad del feminicida que tiene que subyugar a la mujer contestataria para acallar a su yo fracasado. Y además, sale impune del asesinato. Matando no sólo a una muchacha de 20 años,sino también, al bebé que tenía dentro.
Ralph entra en la fiesta privada del Bada Bing y como si nada pide una copa, con la mano barnizada por la sangre de la bailarina, y asegura, con frialdad rusa, que Tracee se ha caído. Cuando Tony Soprano ve el cadáver de Tracee, enfurecido, ante el cuerpo sin vida de una chica, que más o menos, tiene la edad de su hija, golpea a Ralph, y tiene que ser agarrado por sus matones de alto rango, mientras Cifaretto grita que no puede pegarle, pues es un miembro de la familia, y las reglas lo impiden. Tras la riña, Ralph se marcha, tras escupir sangre al suelo, en actitud de matamoros sin agallas.
El capítulo termina con la plática de las bailarinas, compañeras de Tracee, comentando que seguramente, la joven veinteañera se había marchado, con una falta de humanidad y cariño sólo existente en una sociedad del capitalismo salvaje, donde la única búsqueda de deseo inconsciente siempre está ligada a lo dinerario, y lo humano, siempre es gregario: y es Estados Unidos, un gran ejemplo. Después, las stripers suben al escenario, se desnudan, deslatando sus enormes bebes mamarios de pezón punzante, ante la música y la clientela androcentrista, y todo sigue igual, porque la paradoja que nos brinda el final del capítulo, es que todo tiene un eterno retorno, y que nunca se consigue cambiar nada en toda sociedad enferma, decadente, y por supuesto, psicopática.
Ella trabaja para Silvio Dante, la mano derecha de Tony Soprano, el gran jefe. Es Silvio, el misérrimo baladrón, que va a buscar a Tracee a casa de Ralph, al ausentarse del trabajo, y le propina un puñetazo, lanzándola contra su coche, y a continuación, la agarra con violencia del pelo, y tras llamarle puta, le aúlla que su vagina le pertenece. Tras conminarla, la empuja con fuerza, obligándola a entrar en su coche, ante las risas del canalla y mierdoso de Ralph Cifaretto.
El capítulo no esconde su sevicia sexual cuando Tracee, en un cuarto del Bada Bing, donde habitan productos de limpieza, espira lágrimas cuando es penetrada por Ralph, por detrás, al mismo tiempo, que el mafioso desciende su cabeza, usando su mano, para que un policía con su uniforme puesto reciba una felación de la estríper Ralph espetó en interrogante sádico que si estaba llorando, y después, profirió que no debía hacerlo, pues ya le haría él algo peor para que si tuviera motivo para ello.
Tracee, asqueada de su vida, cansada de cobrar golpes y humillaciones decide ser ofensiva y llama gilipollas a Ralph en una fiesta privada del Bada Bing, ya que pasa de ella, y ni quisiera la ha llamado, cuando está embarazada. Éste, le recrimina que así no se debe hablar a un hombre delante de sus amigos, y Tracee replica: "Ya... ¿qué hombre?", patentizando que él no lo es, que carece de hombría, en una descripción perfecta del sujeto en cuestión.
Ralph sale por la puerta trasera a un descampado que da a la carretera, es de madrugada, no hay nadie, Tracee fuma su cigarro y rechaza hablar con él cuando Ralph la sujeta, y después, el tipejo se excusa y arguye que trabaja para ella y su hija, pero es falso.
Con la ironía del feminicida más cobarde, le suelta, que si nace niña le llamará como a su mami, y de mayor será una chupapollas como ella. Tracee, en la fatiga del vilipendio le pega una hostia, y él se la devuelve. A esta respuesta, ella contesta: "¿Esto te hace sentir bien? ¿Te hace sentir como un hombre?", y el mafioso despliega su furia, valiéndose de su superioridad física, y le asesta 8 puñetazos, 2 en la barriga y 6 en la cabeza, pero ella sigue viva; sin embargo, a continuación, Ralph estampa su cabeza contra la valla de carretera, y le da otra puñada en la cara. Después, la vuelve a estampar contra la valla y ése es el golpe final, terminando con otro puñetazo en la cara cuando ya está fallecida, la bailarina. Ralph resuella y mira su cadáver, con los ojos desfondados de toda humanidad, por la preeminencia androgénica vociferada desde lo social, y le dice a su cadáver: "Mírate ahora...". Es el feminicida.
Ralph Cifaretto define al actuante de poder, que ejerce su fuerza contra el ente inferior, porque puede hacerlo, porque tiene la posición social para desarrollar su enfermedad contra otros: que es la violencia contra lo indefenso; porque vehicula su desprecio hacia el subordinado sin rumbo, ante la frustración de no arañar más poder del que pretende. Él asesina a ella; el hombre maduro termina con la vida de la joven; el maleante de la red criminal organizada entierra a la estríper que se ganaba un jornal. Y todo, porque el vector social, absorbido por un modelo machista, engorda de poder al macho para vertirlo contra la hembra, porque sin dominación no hay sociedad, y sin crimen, no hay moral que imponer para esclavizar. Es tan sencillo como perverso.
Ralph le arrebata la vida a una joven con todo un futuro por hacer, para dar agua a su orgullo viril reseco, para exteriorizar, su exhortación funesta de potestad ante lo débil, porque cree dominar a los cuerpos que le rodean desde su puño, porque sabe que puede asesinar a golpes a una mujer joven, y lo hace, al negarse a permanecer en su rol de explotada, de dominada. Es la vil enfermedad del feminicida que tiene que subyugar a la mujer contestataria para acallar a su yo fracasado. Y además, sale impune del asesinato. Matando no sólo a una muchacha de 20 años,sino también, al bebé que tenía dentro.
Ralph entra en la fiesta privada del Bada Bing y como si nada pide una copa, con la mano barnizada por la sangre de la bailarina, y asegura, con frialdad rusa, que Tracee se ha caído. Cuando Tony Soprano ve el cadáver de Tracee, enfurecido, ante el cuerpo sin vida de una chica, que más o menos, tiene la edad de su hija, golpea a Ralph, y tiene que ser agarrado por sus matones de alto rango, mientras Cifaretto grita que no puede pegarle, pues es un miembro de la familia, y las reglas lo impiden. Tras la riña, Ralph se marcha, tras escupir sangre al suelo, en actitud de matamoros sin agallas.
El capítulo termina con la plática de las bailarinas, compañeras de Tracee, comentando que seguramente, la joven veinteañera se había marchado, con una falta de humanidad y cariño sólo existente en una sociedad del capitalismo salvaje, donde la única búsqueda de deseo inconsciente siempre está ligada a lo dinerario, y lo humano, siempre es gregario: y es Estados Unidos, un gran ejemplo. Después, las stripers suben al escenario, se desnudan, deslatando sus enormes bebes mamarios de pezón punzante, ante la música y la clientela androcentrista, y todo sigue igual, porque la paradoja que nos brinda el final del capítulo, es que todo tiene un eterno retorno, y que nunca se consigue cambiar nada en toda sociedad enferma, decadente, y por supuesto, psicopática.
La culpa es de la madre, que en vez de instruirla para ser una mujer de provecho la trató como a un enorme montón de mierda.
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